lunes, 26 de febrero de 2007

CARNAVAL, CARNAVAL.... EN PORTUGAL II

Tras dormir en un hostalcito al lado mismo de la plaza del Ayuntamiento, salimos hacia Guimaraes (esta vez ya tocó autopista de pago, lo más habitual en Portugal). Es una ciudad pequeña, con una zona vieja bien conservada por la que da gusto pasear, y donde se respira "inicio de la historia de Portugal" por todas partes. Parece que te vas a encontrar de un momento a otro a D. Afonso Henríques paseando por los jardines que rodean al Castillo y al Pazo de los duques de Bragança. Y no os perdais la subida en funicular a la capilla que domina toda la ciudad (parece muy típico que durante el siglo XX se hicieran muchos lugares de estos en sitios altos, que se han convertido en grandes atractivos turísticos, seguro que la fiebre de Fátima tuvo algo que ver...).
Después de comer nos fuimos a Braga, una ciudad con un barrio antiguo precioso y ruinas romanas por todos los lados (de la época en que era nada menos que Bracara Augusta). Eso sí, el tráfico y la señalización son algo caóticos. En la calle de la Libertad, una de las más céntricas, donde comienza la zona nueva (mirad el monumento de abajo), hay hostales buenos y baratos, y en la zona cercana a la plaza Vieja encontramos restaurantes donde se puede comer bacalao con viño verde (y a fe que aprovechamos la ocasión, aunque ya era bastante tarde y casi nos quedamos sin cenar ...). Ya el martes fuimos por la mañana a Ponte de Lima, donde desayunamos (dicen que es el pueblo más antiguo de Portugal). Se trata de un sitio encantador, donde manda el río Limia con su puente medio romano medio medieval. No hay que perderse al otro lado del río una exposición de jardines que quedó de un concurso organizado en 2005 y que con muy buen criterio conservaron.

Todavía llegamos a tiempo de comer en Castro Leboreiro, en pleno parque nacional Peneda Gêres (a donde llegamos después de entrar en España porque casi es más fácil llegar desde Entrimo que desde el propio Portugal), y luego, antes de regresar a casa, ver Nosa Señora da Peneda. No sé que es mejor de esta zona, si la comida (en serio, a Castro Leboreiro hay que ir aunque solo sea para comer, o si sois aficionados a los perros a ver la raza de perros autóctonos), si el paisaje (abajo van dos muestras de lo más dispar, a una de ellas bautizada como Mordor, seguro que acertais cuál), o si la sensación de aventura para llegar a los sitios por carreteras estrechísimas.



Una ruta de lo más recomendable para cualquier puente (y nada de madrugar y estresarse para ver cosas, todo está cerca, y los lugares invitan a tomarse el viaje y la estancia con calma).

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