viernes, 6 de noviembre de 2009

CRÓNICAS DE BREIZH, 1

En la Bretaña francesa (Breizh en bretón) se mezclan los menhires y dólmenes con lo celta y las legiones romanas que vigilan a la provincia rebelde desde Rennes y Nantes, con las leyendas artúricas, las meigas y leyendas, las proezas de los caballeros bretones frente a francos y los ataques de sajones y vikingos, para luego pasar convertirse en corsarios o filibusteros en las ciudades costeras, o en comerciantes antes de quedar imbuidas de la tranquila melancolía de los pueblos pesqueros y agrícolas. Todo esto ha hecho de Bretaña un mosaico que está consiguiendo ponerse en valor, de forma que el viajero se sumerge en la historia hasta casi ahogarse en ella.
La idea de recorrer la Bretaña hacía mucho que nos rondaba la cabeza, y este verano fue el momento. Sin demasiada planificación (de hecho imprimimos los mapas de google docs el mismo día de la partida, sin saber ni donde íbamos a pasar la noche, y mucho menos sin un itinerario, que luego sí fuimos esbozando durante el propio viaje hacia Francia), salimos en coche desde Santiago de Compostela precisamente el día de Santiago, en un contra-peregrinaje que nos llevó lejos de las ciudades grandes como Rennes o Nantes (quedarán para otra ocasión).
Tras pasar la primera noche en el único camping que conozco situado en un polígono industrial (el resto de los alrededores estaban todos ocupados), cerca de San Sebastián, llegamos al atardecer del segundo día a Saint-Malo, la ciudad corsaria, en Haute Bretagne. La idea era empezar el itinerario en la parte norte y bajar hacia el sur por la costa bretona, tratando de pasar más de una noche en los camping de ciudades medianas-grandes desde donde moverse a los alrededores (de forma que también hubiera algún sitio interesante para ver por las noches, ya que Francia no se caracteriza precisamente por su “movida nocturna”). En Saint-Malo, la zona cercana al camping municipal es muy bonita y tranquila, con un torreón al lado del mar, y algún restaurante donde sirven especialidades de la zona que merece la pena probar (una torta rellena de vegetales o carne, con su correspondiente cerveza o sidra, por ejemplo). Un buen paseo hacia la ciudad fortificada, y paseo nocturno en el entremuros, que nos sorprendió por su gran actividad nocturna, además de por su belleza.



El torreón, cercano al camping municipal

El mar y zona costera en el entorno del torreón fortificado

Las gárgolas vigilan las calles en la zona vieja entremuros


Vista de la zona de entremurallas al anochecer, con las grúas del puerto como contrapunto.

Baños públicos en todos los lados (lo cual es de agradecer, porque bares no hay tantos como aquí...)


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